jueves, 17 de noviembre de 2011

Jessica Karina


Dice la letra de una canción:
No imagine que existiera alguien tan especial

Con esa mirada tierna y sonrisa angelical

No creí que existiera en el mundo un amor así

El que llevas en tu corazón y lo tengo para mí

Con palabras dulces de amor que no saben de rencor

Y al ver sus ojitos brillar, me devuelve la emoción…


Esta estrofa describe el amor que siente una madre hacia su hijo, en mi caso era mi hija no sabía si sería la única, pero era la primera, y como primera trajo consigo todas las sensaciones que una mujer sólo siente con su primer hijo, eramos ella y yo contra el mundo, no me importaba si el mundo seguía girando o se detenía, nuestro pequeño mundo era perfecto, ella conmigo.... yo con ella... Esa es mi hija Jessica Karina, acaba de cumplir 24 años, ya está casada, tiene un bebé hermoso, trabaja, estudia, vive.....

Cuanto puede costar el camino de ver una hija crecer, tratar de darle una vida digna, porque la que tenías en tu mente y corazón no pudo ser posible, "Dios no juega a los dados" eso es algo de lo que estoy convencida, nada sucede por azar, nada es casual, ya Él tiene trazado el camino, yo propuse... Dios dispuso. Cuando vi mi hija nacer, la vida se me llenó de ganas.... ganas de trabajar, de construirle un mundo rosa donde ella viviera sin que la maldad, el dolor, las decepciones, las nubes grises ni nada oscuro tocara nunca su vida, que fácil es soñar cuando estás llena de amor, ilusión y esperanzas... tristemente no todo fue color rosa.

Cuando apenas contaba con 16 años quedé embarazada y para cuando dí a luz tenía 17 años, decía mi abuelita “ah pecao... una niña criando a otra niña...” la molestia de mi madre pasó apenas me vio la barriga enorme, así que empezó a preparar el terreno para criar ella mi hija, ya que decía todo el tiempo que yo no iba a poder criarla, cuando mi hija nació mi madre prácticamente se hizo cargo de todo lo concerniente a ella, todas sus necesidades la cubría, cosa que le voy a agradecer toda mi vida, ella decidía la comida, la ropa, hasta el jabón con el que la bañaba, la enseñaba a que le dijera mamá y a mi me llamara por mi nombre, apenas cumplió el año se la empezó a llevar con ella de viaje casi todos los fines de semana, y yo no podía decirle que no, se molestaba muchísimo, después que la bebé tenía un año mas bien era una ayuda para mi que mi madre le dedicara tanto tiempo porque antes que la bebé pudiera aprender hablar ya yo estaba embarazada de su hermano Carlos Eduardo, y tras él llegaron otros tres hermanos mas, así que para cuando Jessica contaba con 7 años ya tenía cuatro hermanitos uno tras de otro, como saben eramos muy pobres y ella en esos siete años sólo vio nacer hermanos, yo trataba que todos tuvieran su vida de niños lo mas normal posible, que disfrutaran todo aquello que dentro de nuestras carencias podíamos darles, que en realidad era muy poco.

Por eso le permití a mi madre hasta cierto punto que la tuviese con ella, sin embargo con el tiempo llegaron diferencias porque ya no me gustaba tanto que mi madre tomara decisiones con respecto a la niña sin notificarme, su papá también estaba inconforme con ello, así que poco a poco fui trayéndola hacia mi, a ella no le gustaba mucho porque estaba acostumbrada a que su abuela le diera todo, como pude le fui enseñando que yo era su mamá y así tuviera muy poco o nada ella debía estar conmigo. Por supuesto mi mamá ya no le daba tanto como antes, quizá era una forma de presionarme, pero no cedí. Cuando íbamos a mudarnos a Santa Ana me pidió una y otra vez que le dejara la niña, pero no podía hacer semejante cosa, le dije, si voy a vivir debajo de un puente mis hijos estarán conmigo, si voy a comer pan con mantequilla comerán eso conmigo, pero no voy a separarme de ninguno de ellos.

Nos fuimos y mi niña empezó a sentir los embates de nuestra pobreza, desde los 7 años y hasta después de los 12 pocas veces tuvo linda ropa, lindos zapatos, lindas muñecas, se me partía el alma cuando ella miraba asombrada la ropa de otras niñas, tampoco había mucho que lucir, porque el poco tiempo que tenía fuera del colegio lo usaba para ayudarme a mi con sus hermanos, yo sólo la tenía a ella, me apoyaba en ella todo el tiempo, aunque yo trabajaba por épocas y siempre había alguien que los cuidaba, ella se sentía y se siente hasta el día de hoy con la responsabilidad de velar por ellos.

Como les he contado mi vida no fue precisamente perfecta o no todo lo perfecta que yo hubiese querido, así que las vicisitudes por las que me tocó pasar me forjaron un carácter inquebrantable; para criar a mis cinco hijos y no morir en el intento tuve que establecer normas para todo, para levantarse, comer, lavar platos, limpieza de casa, colegio, tareas, juegos, distracción, hora de dormir, mas recientemente horas de conexión a internet, salidas de paseo, en fin de todo... mi casa fue y es el pequeño cuartel que me inventé para que nada se saliera de mi control.

Después de mi, la segunda al mando siempre ha sido ella, así que soy la culpable de haberla responsabilizado de sus hermanos siempre que yo estuviera ausente, de haberla hecho cargo que todo se cumpliera y se mantuviera bajo las normas de casa, eso hizo de mi hija una niña extrema en el orden, en el cumplimiento de normas, pero no le enseñé que se podía ser flexible en algunas ocasiones, no le enseñé que nadie es perfecto, que todos nos equivocamos, que el mundo no puede ser como nosotros queremos que sea, y no se lo enseñé porque yo tampoco lo sabía, esa es una lección que nos ha costado lágrimas y sangre aprender tanto a ella como a mi..... 

En el fondo mi hija no sólo se siente responsable de sus hermanos, también se siente responsable por mi, la separación de su padre nos afectó a todos, de una u otra forma, en medidas diferentes, pero nos afectó a todos, yo sentí cadenas quebradas que ya no volverían a atarme, vi por fin escaleras en las que yo iba de subida no en bajada, vi oportunidades, posibilidades, vi crecimiento y la oportunidad de conocer gente diferente, gente de otro nivel, aprender cosas nuevas, estudiar y por qué no... enamorarme nuevamente.

Ella también vio libertad, nunca la vi llorar por la partida de su papá, porque le hiciera falta, creo que en su mundo sólo cabíamos sus hermanos y yo, todo lo demás no le importaba, pero también vio mi libertad y eso para ella ha sido algo que hasta hoy no ha aprendido a manejar. Sin embargo, confío en Dios, su tiempo es perfecto, todo lo que sucede forma parte del plan que tiene para mi, que no dudo ni por un momento que sea muy bueno.

La adolescencia de mi hija es uno de los sucesos que marcó mi vida, yo estaba muy joven, recién separada cuando empezaron los síntomas de adolescencia en ella, otra experiencia desconocida, me encontraba perdida, pero aprendí mucho, Dios cuanto aprendí, toda esa rebeldía, esa necesidad de ser el centro de atención, ese llevar la contraria por todo, en fin todo lo que comúnmente hace un adolescente me hacía pensar que me habían cambiado a mi hija, era muy difícil de aceptar y manejar, pero las dos aprendimos y con el tiempo ella se calmó un poco, a mi me quedó la experiencia para tolerar y manejar esta situación con mis otros cuatro hijos que ya estaban entrando también en esa etapa tan dura tanto para ellos como para mi.

Mi hija siempre fue una niña dedicada en todo lo que hacía, siempre traté de orientarla y apoyarla, ella estudiaba con la ilusión de tener un trabajo para ayudarme, se esforzaba en sus responsabilidades incluyendo la casa, siempre permaneció vigilante para que nada se saliera de la norma, vigilaba todos y cada uno de los pasos de sus hermanos, cosa que ahora entiendo fue un peso demasiado grande para ella.... cuando era niña pasábamos mucho tiempo juntas, yo no trabajaba por lo tanto podía dedicarle bastante tiempo, siempre en todas las cosas de la casa estábamos juntas, creció siendo mi amiga mas que mi hija, finalmente yo sólo le llevo 17 años.

En realidad yo trataba de dedicarle el mismo tiempo a todos, no considero que haya tenido algún predilecto entre mis hijos, cada uno tenía necesidades específicas que yo trataba de cubrir, pero ella siempre fue tan madura, tan inteligente, tan proactiva, que no dude ni por un momento apoyarme en ella para todo, sé que fue muy injusto de mi parte, pero ya yo no tenía amigos, me había alejado de mi familia, la familia de mi esposo me hacía la vida cuadritos, sólo me quedaba ella, sin darme cuenta también la hice sentirse responsable de mi.

Ella seguía creciendo dejaba atrás mi forma de ver las cosas y empezaba a verlas desde su punto de vista, por supuesto encontró muchos puntos de diferencia conmigo, algo que es super normal, pero esas diferencias no las aceptaba y quizá mi falta de tiempo, la entrega a mi trabajo, a mis estudios, a mis propios logros, permitieron que sus inconformidades se acumularan, no se hablaran y se convirtieran en frustraciones que fueron socavando su respeto a las normas.

Para ese entonces ya tenía 19 años, estaba en la Universidad estudiando la carrera que yo le había sugerido, trabajaba en un empleo que yo le había conseguido, y andaba buscando la forma de revelarse ante tanto control y ante todas aquellas diferencias de las que me acusaba..... la cuerda cedió, y ella estaba dispuesta a hacerme entender que tenía una vida propia que yo no podía controlar, sin darme cuenta mi hija salió de mi control, llegaba muy tarde, no me decía donde iba a estar ni con quien, se enfurecía cuando le llamaba la atención, inevitablemente el enfrentamiento llegó tomado de la mano con decisiones, no aceptaba que yo pretendiera controlarla, exigía libertad porque ya era mayor de edad, y yo madre empedernida controladora y posesiva hasta los tuétanos tampoco traté de entenderla ni di mi brazo a torcer, así que decidió irse de casa, vivió unos meses con su tía, Yo pasé tiempo sin saber de ella, tampoco buscaba de saber, ella necesitaba tiempo y espacio y yo también.

Sin embargo, una unión tan fuerte y arrolladora como la nuestra no iba a ser fácil de desatar, aunque las dos tenemos un carácter inquebrantable e insoportable y ninguna de las dos aceptaba que necesitaba a la otra, que estamos demasiado compenetradas una a la otra para prolongar aquella separación por mucho tiempo, finalmente venció el corazón, y volvimos a intentarlo...

Ella se había separado del único novio que le había conocido y había empezado a salir con otro que yo no conocía y me había negado a conocer entrincherada en la posición que por ser madre siempre tengo la razón, pero con la vuelta de mi hija a casa, entendí que habían cosas que tenía que aceptar, que ella tenía el derecho de decidir su vida con quien quisiera, yo sólo necesitaba que ella fuera feliz, que se sintiera bien con esa persona, por lo tanto me di la oportunidad de conocerlo y le dí la oportunidad de dejarse conocer. Aquella aceptación de noviazgo sin darme cuenta se convirtió en aceptación de convivencia, él pasó a formar parte de mi familia, un día mi hija ya estaba embarazada, casada y yo que sólo quería que ella tuviese su propia vida y dejara de sentirse responsable de nosotros la deje decidir que hacer y como hacerlo....

Mi hija, adulta, casada, madre, con un empleo, cursando su carrera universitaria, un día ríe, un día llora, un día grita, y muchos días dice amarme,

Por lo demás sigue siendo mi hija adorada y lo será siempre....ella para mi y yo para ella, sé que siempre que la necesite estará conmigo......

Te amo hija

lunes, 14 de noviembre de 2011

Los frutos de mi vientre

Son cinco...


Como les he contado mi vientre dio cinco frutos, completos, hermosos, sanos, motivo de mi existencia, razón de mi vida, de mis luchas, de mis esfuerzos, de mis sacrificios, de mis risas, de mis alegrías..... pero también de mi llanto y algunas tristezas.

Cinco hijos..... cada uno se lleva de diferencia de año y medio a dos años, como decimos en Vzla, uno detrás de otro en fila india!

Todos compañeros, solidarios, amigos, un día peleaban al otro estaban durmiendo juntos, se inventaban días de camping dentro de la casa, carros de paseo, noche de brujas y pare de contar todo lo que se les viniera a la cabeza era bueno para jugar y pasar el día cuando no estaban en el colegio.

La infancia de mis hijos se dividió en varias etapas, cada una con su magia particular, cuando se es niño, vivir en estados diferentes del país, en casas distintas, con familiares diferentes, todo se vuelve una aventura, y ellos la disfrutaron y la sufrieron cada uno a su manera.

Pasamos de vivir en un barrio en Caracas, para vivir en las hermosas montañas andinas, luego del frío andino pasamos al calor infernal del Oriente venezolano bien adentrado en el campo, volvimos a Caracas después de unos meses nuevamente a casa de mi madre, luego logramos alquilar un apartamento, después al fin compramos el nuestro, cinco años después lo vendí y compré otro, en fin... mis hijos han vivido en muchos sitios y de todos tienen un recuerdo bueno o no tan bueno, pero cada lugar fue una experiencia y cada experiencia marcó sus vidas.

Con todo lo bueno, lo malo, las carencias y aún con el planeta en pelea constante con nosotros, éramos felices, me atrevería a asegurar que fuimos mas felices cuando no teníamos nada, que cuando empezamos a tener un poquito mas. Toda la adversidad y los problemas por los que pasamos afectaron mucho mas a mis dos hijos mayores que a los tres menores, Jessica Karina y Carlos Eduardo, sufrieron mucho de lo que yo padecí mientras sus hermanitos jugaban y sonreían.

Ellos eran los mas grandes, mis compañeros, en los que confiaba, en los que me apoyaba, para mi era casi imposible poder ocultarles cualquier situación, lo veían en mis ojos, sabían cuando las cosas no iban bien que era casi siempre, pero no me fallaron nunca, en esa época de carencias y tristezas ellos siempre fueron mi apoyo, pero eso los hizo madurar muy temprano, su niñez se fue muy pronto casi ni me di cuenta, eran ellos los que me ayudaban en todo, incluso a cuidar de sus hermanitos, yo sólo trabajé por temporadas mientras ellos eran niños, pero la tarea en la casa con ellos cinco pequeños era titánica, tenáz... me acostaba super agotada aún con la ayuda de ellos dos.

Las épocas en las que trabajaba siempre tuve a alguien que los cuidaba, pero me duraban muy poco, nadie los aguantaba por mucho tiempo, entonces era una razón para que su padre me obligara a estar en casa con ellos. Así que Rauvy José, Raúl y Claudia tuvieron una niñez mas feliz gracias a sus dos hermanos mayores, que se sacrificaban para que ellos padecieran menos de lo que ellos habían padecido.... y crecieron se empezaron a hacer adolescentes.... y con la adolescencia de cada uno llegaron mis angustias y mis lágrimas.... aquellas que pensé se habían quedado atrás.

A continuación extraje parte de un poema que me arranca las lágrimas mas amargas, pero también me recuerda que cada quien tiene derecho a escoger su vida, que no puedes presionar a un hijo a obedecerte y hacer las cosas como esperas, cada quien tiene derecho a tener sus propias experiencias, a equivocarse, a acertar, a reconocer y a volver.... esa es la vida, así es la vida, y tengo que dejar que ellos la vivan cada uno a su manera.

¿Que no me meta en tu vida?
Empezaste a caminar; yo no sé cuando he tenido que estar más detrás de “ti”, si cuando empezaste a caminar o cuando creíste que ya sabías.
Ya no podía sentarme tranquila a leer o a ver una película favorita, o simplemente a descansar porque para cuando acordaba, te perdías de mi vista y tenía que salir tras de ti para evitar que te lastimaras.

¿Que no me meta en tu vida? Ya no querías llegar temprano a casa, te molestabas si te marcaba reglas, no podía hacer comentarios acerca de tus amigos sin que te volvieras contra mía como si los conocieras a ellos de toda la vida y yo fuera una perfecta “desconocida” para ti.

¿Que no me meta en tu vida? Cada vez sé menos de ti por ti mismo, sé mas por lo que oigo de los demás; ya casi no quieres hablar conmigo, dices que nada más te estoy regañando, y todo lo que yo hago está mal o es razón para que te burles de mí, pregunto: ¿con esos defectos te he podido dar lo que hasta ahora tienes?.

¿Que no me meta en tu vida? Ya casi no hablamos, no me cuentas tus cosas, te aburre hablar conmigo, dices no entiendo el mundo de hoy. Ahora sólo me buscas cuando hay que pagar algo o necesitas dinero para la universidad, o para salir; o peor aún, te busco yo cuando tengo que llamarte la atención.
¿Que no me meta en tu vida? Hijo, yo no me meto en tu vida, tu te has metido en la mía, y te aseguro que desde el primer día, hasta el día de hoy, no me he arrepentido de que te hayas metido en ella, y de que le hayas cambiado para siempre.

Mientras esté viva, me meteré en tu vida, así como te metiste en la mía; para ayudarte, para formarte, para amarte y para hacer de ti un hombre o una mujer de bien.